El compromiso de la vida hace q a veces las situaciones se repitan. Allí estaba él. Volvió a abrir la puerta a una situación vivida. Hacia quince años al menos desde que su presencia no soslayaba la quietud invernal del pueblo. No recordaba su ultima vez. Quizás ya había comenzado a trabajar en el despacho de las sofisticadas abogadas. Aquellas damas que frecuentaban la presencia de Ray Charles. Sofisticado glamour con notas cincuenteras sobre la faz de sus faldas. Pero eso era otra historia.
El no recordaba la ultima vez de su estancia solitaria en la casa de sus abuelos maternos. Pero allí estaba el. Abrió la puerta y numerosos recuerdos salieron a su encuentro. Su mujer le sonrió. Ella siempre insistió. Sabia que era un lugar que le producía calma, sosiego y cierta perspectiva respecto a la vida estresante de la gran ciudad. Siempre se lo recordó. Y ahora que, su amigo Sinatra había dejado la gran manzana, era un buen momento de volver. Acordaron que ella le dejaría allí y a los cinco días volvería a por él. Lo tomo como un juego. Dejaría que su madirito se lamiese las heridas como un viejo lobo solitario. Y le daría la oportunidad de crear. Necesitaba nuevas canciones y arreglos para la cada vez mas importante industria del surco. Aunque muchos de los standards no quería que hiciera música para el nuevo estilo que iba dando forma a un compromiso de vida desconocido.
Como no el agradeció el detalle de su chica. Y antes de quedarse en el origen de las raíces realizaron una excursión. Visitaron una localidad histórica. Pasearon sus risas y sus locuras. Fue un bonito preámbulo para abandonar la gran ciudad y marcharse al pequeño pueblo. Después los dos comieron en un gran restaurante. Estaba ambientado con una gran parrilla y un horno circular. En torno a ellos mesas y sillas por doquier. Era tan grande el salón que no permitía caldear el ambiente. La chimenea deglutía los troncos pero el calor se esfumaba entre las ilusiones de los comensales.
Continuará
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