!!Qué nos pongan a Loquillo !!", era nuestro grito de guerra. Nuestro lema en tiempos de adolescencia de rebeldes por descubrir.
Cada vez que estábamos en un garito y la esencia de la noche se había transmitido a nuestra labia y, para que no decayese el pulso del rock and roll gritábamos la consigna. Era un aliento de vida y esperanza. Una noche eterna de felicidad compartida.
Todos juntos al sonido del viejo cadillac solitario. Un himno del que todos nos creímos héroes. Arropados en un abrazo al desamor o a cualquier desventura de jóvenes airados. Canciones que compartíamos vivíamos y aprendimos a crecer con ellas.
El otro día sueño de agosto se hizo realidad. El marco como diría el tópico ideal, el castillo de Trujillo. Pero el marco espacio temporal fue más real todavía horas antes.
Como cualquier tipo que vive su canción las tareas de la cotidianidad no hay que olvidarlas. Sábado mañanero de bombona y carrito. De compras y aseveración mundana de recados varios.
Terminada la ronda del encargo hogareño. Mar, mi madre y yo nos dispusimos a tomar un refrigerio entre las vitales y calientes piedras de la plaza de Trujillo. Casualidades del destino coincidimos con mi primo Enrique, su mujer Eva y los niños. Allí nos reunimos en tertulia placentera bajo la solana fresca de la cuita amable de unas jarras de cerveza.
Las horas transcurrieron con placentero gesto y sonrisa de antaño. Vivencias de ayer se mezclaron en el avance del día. Agasajo de anécdotas y relincho de horas de palabras a borbotón. Una vez solos concluimos con unos tragos de whisky. Como siempre digo la vida es un ciclo y aquel día era una reiteración agradable y feliz de los años pretéritos.
Concluida la charada compartida. Mi mujer y yo fuimos al encuentro del Loco. Tuvimos un preámbulo con las actuaciones de dos grupos. Uno de ellos del lugar: Fuera de tiempo. La otra actuación la de una cantante de la tierra: Bebe. Aunque no me gusta puedo decir que en el escenario supo desplegar las artes de la seducción y atrapó a los allí presentes. Para mi desgracia, muchas de sus canciones ni las entendía por cuestiones o de sordera o de un fraseo excesivamente rápido. Con ímpetu y lleno de astracanadas sexuales. Pero lo que puedo decir es que sorprendió para bien a muchos.
En el entreacto el ciclo volvía a repetirse como todo lo acontecido durante el día. Encuentro con viejos amigos. Con ironía revivimos instantes y nos mofamos de nuestro presente. Retorno a la vista de las bandas rivales aunque ya no existía rivalidad. Ya no éramos los reyes, ya habíamos conquistado cierto estatus y no había lugar para afrentas.
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