Artículo publicado en el diario digital La Opinión de Trujillo el 14 de Mayo de 2013
Incomprendido entre los restos, olvidado entre los ausentes quizás, por algunos querido, pero su estado cada vez más lamentable, eran gritos de soledad, indultado de cualquier apreciación errónea por una imagen distorsionada. El lamento era germen de imagen y buena intención. Más bueno que tonto, más iluso que hambriento. Sus sueños, la libertad enquistada en un pasado rebelde, añorada por siempre como un amante de platónico pecho y quebrado pecado.
No hacía más que retorcerse en la implicación de un taimado. El tiempo se le escapaba como sonrisa fértil y la fuerza efectiva de la gestión misma era invisible. Inevitable rebelión surgida por entré el profundo de su ego agazapado y baldío.
Incomparecencia de afectos en el semblante de su presencia, se sentía utilizado como tantos años atrás. La frustración era calzado habitual de lunes a viernes. Su silencio, su única tabla de salvación. Despreció lo cotidiano en las mismas apreciaciones despreciadas. Culpable y condenado. Tuvo tiempo años atrás en decir simplemente no, pero el tren se le escapó. La costumbre de cogerte del brazo antes que de la mano. Acostumbrarse a unos privilegios como algo natural. Ahora, nadie sabía nada ni nadie apreció tanto esfuerzo y buena cara ahora perdida. Sólo los nervios planeaban constante sobre su estampa y su miedo condición de salario. Era su mundo laboral el espejismo que le condenó. Reo del tiempo perdido, de los mal educados que tuvo que aguantar por no mandarlos al pairo y olvidar los malos modos en una hoguera de negativos deseos ardiendo sin culpa conocida.
Posiblemente, nuevas víctimas estarán rellenando el expediente de un ERE o la condición injusta de un quebranto de convenio. De mortal despido ya que, exprimir es gratuito y, la vida laboral solo espera pringados que le den presencia a un “sí, bwana”. Todos contentos en esta basura consentida de mentira y falsedad.
Aunque en esta hecatombe laboral sigan existiendo los cómplices del fraude y los pícaros lazarillos modernos al servicio de las prestaciones y las subvenciones. Al paso equivocado y al egoísmo desmesurado, y aunque no lo parezca, al sarcasmo revestido del lloro.
Menospreciando cualquier ayuda con tal de trabajar. Porque algunos, los menos, desde la tumbona contemplan un póster, por ejemplo, de Salvador de Bahía o La Habana, para que el sol caribeño les dé el suficiente calorcito para despabilar cualquier atisbo de solución y poder seguir viviendo del cuento de las hadas.
Me despido ya hasta la semana que viene. ¡Que más quisiera yo que poder hacerlo tomándome un cocktail refrescante al pie de la piscina mientras doy vueltas a mis ideas de pícaro sea cual fuese mi posición! Pero eso sí, sin engañar ni reírme de nadie, todo sea dicho. Les dejo con la consigna que por siempre les recuerdo: disfruten de mi ausencia.
Un gran presagio equivocado pobló su destino. Las amplias miras se quedaron cercadas en puertas entornadas. Nadie esperaba que fuera un perdedor con sonrisa de ganador. Sus lágrimas le agarraron tan fuerte que sus cojones se volvieron mínimas expresiones. Minutos al despego del afecto. Ni sus gafas de sol le impedían esconderse del mundo.
Su obsesión escapar de una cruda realidad con la vehemencia del que existe y no espera nada a cambio. Porque de nadie esperaba nada y de nada quería la urgencia de una deuda. Su comportamiento, de ausente en la sonrisa varada de un mundo que no tragó y con el complejo de no mandar a nadie a lamer la culpa de otros, silenció su desgaste.Incomprendido entre los restos, olvidado entre los ausentes quizás, por algunos querido, pero su estado cada vez más lamentable, eran gritos de soledad, indultado de cualquier apreciación errónea por una imagen distorsionada. El lamento era germen de imagen y buena intención. Más bueno que tonto, más iluso que hambriento. Sus sueños, la libertad enquistada en un pasado rebelde, añorada por siempre como un amante de platónico pecho y quebrado pecado.
No hacía más que retorcerse en la implicación de un taimado. El tiempo se le escapaba como sonrisa fértil y la fuerza efectiva de la gestión misma era invisible. Inevitable rebelión surgida por entré el profundo de su ego agazapado y baldío.
Incomparecencia de afectos en el semblante de su presencia, se sentía utilizado como tantos años atrás. La frustración era calzado habitual de lunes a viernes. Su silencio, su única tabla de salvación. Despreció lo cotidiano en las mismas apreciaciones despreciadas. Culpable y condenado. Tuvo tiempo años atrás en decir simplemente no, pero el tren se le escapó. La costumbre de cogerte del brazo antes que de la mano. Acostumbrarse a unos privilegios como algo natural. Ahora, nadie sabía nada ni nadie apreció tanto esfuerzo y buena cara ahora perdida. Sólo los nervios planeaban constante sobre su estampa y su miedo condición de salario. Era su mundo laboral el espejismo que le condenó. Reo del tiempo perdido, de los mal educados que tuvo que aguantar por no mandarlos al pairo y olvidar los malos modos en una hoguera de negativos deseos ardiendo sin culpa conocida.
Posiblemente, nuevas víctimas estarán rellenando el expediente de un ERE o la condición injusta de un quebranto de convenio. De mortal despido ya que, exprimir es gratuito y, la vida laboral solo espera pringados que le den presencia a un “sí, bwana”. Todos contentos en esta basura consentida de mentira y falsedad.
Aunque en esta hecatombe laboral sigan existiendo los cómplices del fraude y los pícaros lazarillos modernos al servicio de las prestaciones y las subvenciones. Al paso equivocado y al egoísmo desmesurado, y aunque no lo parezca, al sarcasmo revestido del lloro.
Menospreciando cualquier ayuda con tal de trabajar. Porque algunos, los menos, desde la tumbona contemplan un póster, por ejemplo, de Salvador de Bahía o La Habana, para que el sol caribeño les dé el suficiente calorcito para despabilar cualquier atisbo de solución y poder seguir viviendo del cuento de las hadas.
Me despido ya hasta la semana que viene. ¡Que más quisiera yo que poder hacerlo tomándome un cocktail refrescante al pie de la piscina mientras doy vueltas a mis ideas de pícaro sea cual fuese mi posición! Pero eso sí, sin engañar ni reírme de nadie, todo sea dicho. Les dejo con la consigna que por siempre les recuerdo: disfruten de mi ausencia.
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