A la memoria de mi padre y los que se fueron en la cercanía de difuntos.
Que el frío llega y la vitalidad se calma en arena de combate. Que el pulso no es soleado. El epitafio siempre tiene letras por hacer y la gracia de la condena es pillarte desprevenido. Sin la colada por hacer y con las dudas por resolver. El ingenio del ingenuo es premio de supervivencia.
En la calle, las palabras se oscurecen y una tentación de farolas, el único consuelo al que asir las frases olvidadas. Crepúsculo mental en el metal de la fragua. Apilados los motivos autómatas del que consiente en golpe de martillo y holocausto. Gravitando el paso del pasado que nunca llegara. Y las voces se diluyen por calles húmedas de otoño. Las lugareñas atizan las brasas en la chimenea del consuelo, la sentida aseveración con la que reafirman la sentencia de sus maridos. Tiempos que nacieron en el canto rodado del cambio ya no volverán.
Un lamento desplomado es la única certeza del Sur del alma. Nunca volverán los tiempos fenecidos. Nunca volverán los minutos perdidos. Los ecos del pasado no serán la presentida presencia de su regreso.
Nunca el sentido del saludo presenciara su estampa. Nunca remitirán las cartas de su nombre. Nunca habitara el desconsuelo de su olvido en el vocablo de mi nombre. Nunca será la constancia de siempre.
Un aullido germinará en ocaso de noche. Amplificado en el reflejo de la luna cristalina en noche de sentido noviembre. Al menos el bramido de los ciervos posibilitará la única certeza de la ilusión amanecida del mañana.
JaviJerryLee@2013. 31 de octubre.
**Variaciones sobre unas fotos cedidas por mi amigo J.M. Robles**
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