Artículo publicado en el periódico La Opinión de Trujillo el 26 de febrero de 2014
Sobre la mesa deduje la palabra más extensa. Desmigué las letras en un folio en blanco e intenté colocarlas. En el juego del orden extraje nuevas deducciones, significados y significantes de toda índole. Avezados en las sílabas entonaron cada adverbio como sí no hubiese más. O los adjetivos como sí no pudieran de nuevo re colgar de los sustantivos. Las voces eran concentración de pensamientos y la experiencia el instrumento perspicaz del cual asir y solventar la ignorancia del vocablo. Tarea por tanto nada azarosa y sin posibilidad de dejarlo al albur de las diatribas de otras circunstancias no contempladas.
Así pues, con el significado de la expresión remarcado en el mapa topográfico, como la raíz de mi sujeto, asistí y experimenté el modo de vida que anuncié en el periódico, en uno de mis artículos, hace dos semanas. La virtud es la adaptación del hombre al medio. En el reino animal es una garantía para la supervivencia. En el hombre también. Garante de esta adaptación, las circunstancias y los actores que comparten ese escenario vital también son de suma importancia para culminar un hecho empírico y constatar una intuición.
La calidad de vida se debe medir en la participación y tiempo que la persona tiene o considera para satisfacer sus necesidades, aficiones y relaciones de la manera más efectiva, eficaz y práctica. Así pues, es indiferente la ciudad o el pueblo, la montaña o el mar si no eres capaz de colmar dichas aspiraciones.
Para lograrlo, además de ser pro activo, permeable y positivo, la interpelación a las relaciones sociales es un activo importante en el desarrollo. Asentando, como gallo emplumado en su corral, el orgullo de los amigos y familiares que tengo en tierras del municipio Trujillano, que han hecho de mi estancia fácil y satisfactoria. Agradable y humana. A pesar de no haber podido visitar a todo el que hubiese querido y merecía, por falta de tiempo. Bien que me pesa, consta y coste en el acta de mi actitud.
Las posibilidades cotidianas son muchas para todo el que tenga inquietud. No sólo el brasero y la badila son excusa de invierno. Los motivos son la expresión eterna de la realización humana: la alegría de salir al campo y estar en contacto con la naturaleza; los deportes al aire libre, como los recorridos que he realizado corriendo, absorbiendo y mimetizando en el pensamiento las formas que nos brinda madre natura; la inmersión y el repaso a la historia de nuestra ciudad pateando los rollos de su núcleo medieval y los recodos de la alcazaba. Menester para un tipo como yo, que tenía empolvada la historia, de nuestra urbe, reforzando el dintel de su memoria maltrecha; descubrir una nueva afición por la horticultura de nuestra tierra con las manos de nuestra intención; o quizás la tertulia al compás de un buen cocido, saboreando la plática al igual que la vianda; asumir que el paso de los años no conlleva la pérdida de amistades y conocidos. Que la cuita diaria por el cultivo de la tierra es llevada al mismo orden al tratarse de personas. Convivir con los iguales y de ello hacer una fiesta; las partidas de billar embocadas en los minutos de charla después del trabajo. O las lentejas primorosas porque no hay motivos para huir. Recuperando la esencia de lo sencillo, de la humildad de la gente. Compartiendo y departiendo alrededor de la mesa camilla los años que vendrán y los que fueron. O el sabor materno en el caldero de mi tía.
Estos son los regustos que compensan cualquier desaire político, empresarial o de otra índole. Porque en estos tiempos de crisis debemos agarrarnos con fuerza a los valores humanos que hace años nos vieron crecer como pueblo y como personas, como berrocal enhiesto contra azote de invierno. .
Demostrar que han sabido montar el chiringuito. Han encadenado al trabajador y al pequeño empresario. Medrando en cada contienda las ilusiones de la gente corriente. Pensar que existen alternativas, pero su impulso es complicado, porque han creado un exceso de necesidades que realmente no necesitamos. Nos han hecho creer en los gurús de su provecho cuando realmente otro mundo es posible. Al menos, no depender tanto de sus intenciones y direcciones. Llámenme iluso o soñador, pero en cierta manera, esta semana por tierras extremeñas lo he intuido. Agradecido a los que son, porque estas jornadas han sido enriquecedoras. Disfrutando de su compañía. Que los sueños allanen el camino. Que las palabras no sean extensas extensiones in fértiles, luchando "Antigubernamentalisticamente" con el arma que "Otorrinolaringologicalísimamente" poseemos de la dialéctica contra lo que
consideremos "Constitucionalísticamente" vulnerado por los preceptos de una casta. Siendo el sitio de mi recreo en tranquilo paso una alternancia al mundo hostil. Disfruten pues de mi ausencia, hasta la semana que viene queridos lectores.
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