Mañana de metro en la gran ciudad. Hacinados como caballos percherones. Los sueños por hacer aunque cada estación es un nuevo repaso al tren que perdí. Cuál de ellos se llevó el sueño del tiempo perdido. Me calo el sombrero para que las pocas ideas que me quedan con vida de futuro no se desperdiguen. Que la visión de los habitantes, mutantes seres, de esta urbe sin sentimiento que va perdiendo la delicadeza de un trato familiar y se hace cada vez mas esquiva.
Próxima estación el paraíso de las ensoñaciones. Buena parada para alegrar a toda esta caterva de almas que me acompañan. El destierro de las emociones es todo su fin. La supervivencia como única meta. Asemejandonos cada vez más a animales salvajes pero sin su estimulo de respeto por todo el medio que le rodea. Siendo tan solo Atilas modernos de nuestro mundo desgastado.
Y las caras... Los rostros penetran y el desasosiego que producen es hambre de futuro, sin rastro de pasado. No hay una mueca de alivio, todo es una sobrecarga de ruido. Autómatas presencias que recuerdan nuestra vulnerabilidad. Personajes de novela real encauzados en las líneas cotidianas de obediencia y sumisión. Veloz condena de la vida en las estaciones olvidadas que jamás disfrutaremos. Los minutos caen agolpados sobre las vías y el estrés es sustento de silencios, nervios de primavera por llegar a algún lugar.
Las puertas del vagón de metro volvieron a cerrarse. Un nuevo metro perdí, de buena me libré.
Próxima estación el paraíso de las ensoñaciones. Buena parada para alegrar a toda esta caterva de almas que me acompañan. El destierro de las emociones es todo su fin. La supervivencia como única meta. Asemejandonos cada vez más a animales salvajes pero sin su estimulo de respeto por todo el medio que le rodea. Siendo tan solo Atilas modernos de nuestro mundo desgastado.
Y las caras... Los rostros penetran y el desasosiego que producen es hambre de futuro, sin rastro de pasado. No hay una mueca de alivio, todo es una sobrecarga de ruido. Autómatas presencias que recuerdan nuestra vulnerabilidad. Personajes de novela real encauzados en las líneas cotidianas de obediencia y sumisión. Veloz condena de la vida en las estaciones olvidadas que jamás disfrutaremos. Los minutos caen agolpados sobre las vías y el estrés es sustento de silencios, nervios de primavera por llegar a algún lugar.
Las puertas del vagón de metro volvieron a cerrarse. Un nuevo metro perdí, de buena me libré.
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