Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 1 de mayo de 2014.
Culpables de todo lo acontecido en el tablero de juego, las casas de indigentes son un peso mayor en la economía de nuestra patria. Tanto parásito que despilfarra los dineros que, por derecho divino, han sido otorgados a los políticos. Llama la atención alguna de las frases, sentencias, comentarios que nutren el día a día de nuestra clase dirigente. Ciertamente, parece aberrante que la mente de los elegidos nos desconcierte y desoriente en el efecto real de las causas que vivimos. No es de extrañar, a veces que pase lo que pasa. Preferimos pensar que son lapsus de ignorancia y no el efecto de la caridad mal entendida.
Ahora, resulta que no interesa una ley laboral tal como esta. Quieren una nueva reforma sobre la reforma. Necesitan que la ley sea más sencilla. Que los jueces no deben interpretar el derecho, a pesar de estar reconocido constitucionalmente. Que los abogados sean leguleyos bajo el advenimiento de la sumisión y la estulticia.
Así ustedes dirán, con razón, que para qué necesitamos la ley si es un quebradero de cabeza. Sencillamente, la reforma laboral no la transformamos sino que la eliminamos. Que haya un despido libre que favorezca la libertad tanto funcional como territorial. Apreciaríamos una evidente bonanza de la economía española y sobre todo empresarial. Mientras que, los trabajadores tendrían la oportunidad de reciclarse en nuevos trabajos. Debido a la alta competitividad laboral los convenios caerían en picado y el liberalismo económico tendría una verdadera razón de ser en una competencia cada vez más desleal y desigualitaria. Pero, la actividad económica estaría en constante cambio. Una transformación tan evidente como la ruptura social tan precisa que se quiere llevar a cabo pero de una manera directa. Sin contemplaciones y concesiones a la galería. Porque lo que debemos tener claro a estas alturas de partido que el mal endémico de España lo tienen tanto pobres, parados, parásitos, pedigüeños, parias, perro-flautas y demás petulantes pícaros que infectan el capital de los bolsillos del financiero. Según quieren hacernos comulgar.
A este paso volveremos a instaurar la derogada llamada ley de vagos y maleantes. Para mayor pomposidad de soberbios y charlatanes. Dislate del presente y maquillaje de números a beneficio de inventario y ruines compensaciones. Ante tal mal fario, consentiré al paladar la cata del buen queso y buen vino, en el solaz de conquistadores y feriado tradicional por su apostura y enquiste de años en lar extremeño. Grata impresión para el turismo y la economía del lugar, espero. Me despido pues, con la consentida felicitación para el trabajador y para el parado que quiera trabajar. A pesar de esas balas sin tino que marcan la dialéctica, auspiciada de los políticos sin vocación. Les dejo con el regusto lácteo sobre la obsesión vodevilesca que circula entre las mentes de los que rogarán por sus votos europeos. Hasta la semana que viene disfruten de mi ausencia.
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