El destino programado en la sien como la obsolescencia programada en los cacharros tecnológicos que nos rodean.
Enciendo un cigarrillo y recuerdo los olvidos de un pasado que yace en los rincones mentales, con la única esperanza de un futuro donde la salud respete la senectud del escéptico tipo que visto.
Como si Tom Waits vomitase las palabras de los náufragos de la cuidad sobre mi pensamiento. En este atardecer de perdedores sin rostro cuando los atracadores tocan los cojones a los sueños. La rabia se revuelve en los contenedores de los olvidados. Última vez de la certeza de poniente con la sonrisa encendida me sirvo un whisky frío que atempere mi desesperanza.
Tom Waits sigue construyendo la realidad que no quieren ver con la tonalidad abrasada de su garganta.
Ella en algún lado de la ciudad espera.
Vomito mi locura sobre el pecho de los innumerables tocacojones que reparten su arrogancia e increpan a los demás sin importar las consecuencias de los derivados en salarios de negro y estraperlo. Orgullosos de derribar y finiquitar la poca dignidad del sector servicios.
Con su impertérrita cara de mafioso gritó las órdenes. En la salida de su espejismo capitalista me encontré mordiendo el polvo de la frustración.
Ella con su maternal gesto me devolvió al abrazo de su realidad.
Septiembre día 1 de un retazo de libertad.
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